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*La Dra. Érika Ulibarri y el Dr. Alfredo Aranda participaron en un webinar organizado por la ANUIES.
Como parte del seminario Comisión de la Cultura de la Administración y Gestión financiera mediante las TIC, organizado por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), en estos días se realizó el webinar (seminario online) “La ciencia y la administración universitaria: ¿Aliadas o contrarias?”, a cargo de Erika Mercedes Ulibarri Ireta, coordinadora general administrativa y financiera de la Universidad de Colima y Alfredo Aranda Fernández, profesor investigador en la Facultad de Ciencias de esta misma casa de estudios.
Ambos coincidieron en que la parte administrativa y la ciencia deben ser aliadas e integrarse para lograr los mismos fines de desarrollo, y que la administración puede llegar a ser el vehículo y aliado perfecto para la parte científica.
Érika Ulibarri dijo que cada universidad tiene su propia visión sobre el tema; sin embargo, comentó que las nuevas teorías en las universidades suelen alejarse de lo que es importante, como el proceso de gestión. Dijo que son tantos los focos alternativos que marcan pautas, estándares, presupuestos, indicadores y estadísticas, “que eso distrae por completo el enfoque natural o vocacional que quisiéramos, tanto a la administración como a la ciencia”.
“Sería sumamente contradictorio -añadió- que las áreas de desarrollo del conocimiento lleguen a ser obstáculos que disminuyan la velocidad de desarrollo. Éste, precisamente, es uno de los principales retos: integrar y ser aliados de principio a fin, porque la gestión y la dirección que tomemos las universidades es abrir todos los canales posibles en un proceso sumamente organizado y engranado, para que todo pueda fluir y todas sus partes puedan avanzar en la medida de lo que se plantea”.
Ulibarri Ireta detalló que los modelos y estilos existen acordes al pensamiento de la persona que está al frente de una oficina, un departamento, un área e incluso de una rectoría, de un estado o un país, de ahí que veces esta centralización lleve a todos -en cascada- a cumplir los objetivos de alguien más, “y tenemos que contribuir a logros y hacer alianzas con otras instancias y otras instituciones para sumarnos precisamente en este desarrollo de objetivos”.
En ese sentido, habló de un principio básico de la administración: “tener definido de manera clara hacia dónde avanzar, que dejen clara la división y la estructura en la que nos organizamos para poder llegar al logro de nuestros objetivos. Como organización, tenemos la capacidad de ser flexibles, crear y modificar nuestras estructuras e incluso nuestros aspectos normativos. Creo que terminamos siendo un aliado perfecto de las áreas de desarrollo en el arte, el deporte, la ciencia y en la misma docencia”.
Aseguró que, retomando los principios básicos de hacia dónde ir, “no hay forma de que el proceso de gestión o la técnica administrativa puedan llevar un camino distinto al de la ciencia, menos en una institución pública como lo es una universidad”.
Por su parte, Alfredo Aranda, profesor investigador en la facultad de Ciencias de la UdeC dijo que, históricamente, la ciencia y la administración universitaria algunas veces han sido aliadas y otras contrarias, “pero la conclusión es que deben ser aliadas”.
Luego de señalar que las universidades son el centro y refugio donde la ciencia se produce, aseguró que en México existe un grave problema de recursos humanos calificados para la ciencia; aun cuando la inversión es muy pequeña, “es una realidad que difícilmente podemos evadir, sí la podemos ignorar, pero es un problema para el desarrollo sostenible. En nuestro país tenemos muy pocas personas dedicándose a la ciencia”.
Afirmó, además, que “el país tiene un serio problema de equilibrio y disciplinas, a pesar de lo que a veces se manifiesta en los discursos políticos e incluso en algunos ambientes académicos, y tanto en México como en Latinoamérica, en las últimas décadas el número de personas que se han formado en áreas científicas, tanto sociales como naturales, tiene una enorme desproporción”.
Aranda Fernández expuso que, de acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, prácticamente el 50% de las licenciaturas fueron en el ámbito de las ciencias sociales y administrativas, mientras que en las naturales y exactas apenas hubo un 7%.
“En las ingenierías creció un 21%, con algunos esfuerzos que empezaron hacerse. Sin embargo, los egresados por doctorado de las instituciones acreditadas, entre ciencias sociales y administrativas, educación y humanidades, son más del 70% en las últimas décadas”.
En ese sentido, señaló que una apuesta al desarrollo científico implicaría una nivelación, no para eliminar las ciencias sociales y administrativas, ni de educación o humanidades, “lo cual sería una aberración, sino porque hay una urgente necesidad de incrementar las otras, que son las que han demostrado que apoyan el desarrollo socioeconómico de los países”.
“Es una problemática muy compleja; cada país y cada región tiene sus circunstancias, pero no hay atajos -aseguró-; no es un problema que se pueda resolver desde una firma, un convenio o una nueva ley, son problemas que van a trascender en generaciones; por lo tanto, las estrategias que debemos seguir deben ser completamente sustentadas, flexibles y adaptables”.
A manera de ejemplo dijo que, durante varios años, en la administración ha persistido el principio de la desconfianza generada por la presión y que consiste en que si algún Profesor de Tiempo Completo (PTC) o un administrativo realiza alguna actividad que no es la adecuada (miente en algún proceso de evaluación, no da las clases de manera adecuada, no asiste a sus clases con cierta frecuencia), para resolverlo, la administración inventa e implementar toda una serie de reglas que todas las personas deben de seguir, independientemente de que hayan sido generadas por el problema de otros.
“Se ha permeado tanto en nuestra forma de pensar, que cuando tenemos que resolver un problema suponemos que la gente va a actuar de mala manera y eso lleva a reglamentos que a veces son terribles. Las consecuencias son un ambiente de frustración y resignación entre muchas de las personas que laboran entre la ciencia y entre las instituciones, sobre todo aquellas que pasan desapercibidas, porque están en una actividad de alto rendimiento y tienen poco tiempo para estarse mostrando fuera”.
Como consejo para las personas que están administrando universidades, dijo, “es importante que también en el ámbito de la administración educativa se enteren activamente de qué es la ciencia, si es que la consideran sus instituciones como algo que verdaderamente quieren llevar a cabo”.
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