INTERESES AFECTADOS
Suponiendo sin conceder que los libros de texto tengan gravísimos errores de ortografía y fechación (como los han tenido todas las ediciones anteriores, incluidas las que el gobierno de Calderón dejó para que Peña Nieto las entregara), todos ellos pueden ser enmendados con una fe de erratas (el recurso tradicional de la industria editorial) o corregidos en siguientes reimpresiones.
Pero no son aspectos técnicos los que molestan a esa derecha que ha lanzado una feroz campaña contra los libros de texto, sino los intereses económicos, políticos e ideológicos que están siendo tocados por estos materiales producidos en los Talleres Gráficos de México.
Empecemos por la batalla comercial que se esconde detrás de la histeria anticomunista. Los libros de texto para secundaria habían sido un negocio para las empresas editoriales que, en su mayoría, forman parte de los gigantes trasnacionales del sector librero.
Si bien en los colegios particulares suelen complementar los textos obligatorios con otros libros y cuadernos de trabajo, hasta antes de la reforma cuatroteísta en las secundarias oficiales se usaban los libros de lectura y consulta que proveía la industria editorial.
Con datos publicados en primera plana por El Universal el 17 de febrero de 2023, Hernán Gómez Bruera señaló en su videocolumna Fuera de Tono del 20 de ese mes que, detrás de las críticas al contenido de los libros de texto, está “la disputa por un negocio millonario que hoy peligra ante la inminente decisión del gobierno de producir directamente los libros de secundaria, sin recurrir a contratos con editoriales privadas”.
SE ACABÓ EL NEGOCIO
El catálogo de textos para secundaria abarca más de 350 títulos y llegó a tener ventas por más de 37 millones de ejemplares, cuya facturación total era casi la mitad de todo lo que ingresa en la industria editorial mexicana.
De las 28 editoriales privadas que durante esos años publicaron los libros de texto, cuatro de ellas acaparan casi la totalidad de la compra: Grupo SM, ya fusionado con Macmillan Publisher, edita en promedio el 58%; la regiomontana Castillo, el 32%; mientras que Santillana y Trillas se llevan cuatro por ciento cada una.
Y lo hacían con un margen de utilidad tan alto que, según cálculos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), al gobierno le costará menos de la mitad imprimir los libros de secundaria.
EXPERTOS DOCENTES
Otros intereses económicos lastimados por la reforma a los libros de texto en este gobierno son los de los think tank, gabinetes o tanques de pensamiento a los que en su momento les contrataron el contenido y el diseño editorial.
Algunos son harto conocidos, como los grupos intelectuales que se expresan a través de las revistas Letras Libres y Nexos, dirigidas respectivamente por Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín. Otros consultores no se publicitan tanto, pero de sus gabinetes provienen muchas de las críticas porque los libros no les fueron encargados a especialistas que trabajan en universidades privadas, sino a maestros normalistas que se acabaron de formar en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN).
En los libros de texto, la frontera entre el negocio particular y el servicio público nunca fue clara. Cuando estudiaba la secundaria me llamó la atención que Idolina Moguel, autora de mi libro de Español (un entretenido compendio de lengua y literatura) editado por Trillas, apareciera en el noticiero de Jacobo Zabludovsky (24 Horas) como alta funcionaria de la SEP.
Pero tampoco era tajante la separación entre las instituciones educativas del sector público y el privado. En la preparatoria del Tec de Monterrey usábamos los libros y cuadernos de ejercicios del CEMPAE (Centro para el Estudio de Medios y Procedimientos Avanzados de la Educación, un organismo descentralizado de interés público a cuyo sello editorial habían añadido las siglas del ITESM), los mismos materiales que se llevaban en la Preparatoria Abierta de la SEP.
No me imagino, ya que hablamos de preparatoria, qué habrían dicho esos mismos que hoy se quejan de los libros de texto respecto de los materiales impresos que Fernando Moreno Peña lanzó para los bachilleratos de la Universidad de Colima, cuando fue director general de Educación Media Superior. Los padres de familia ya no tuvieron que gastar en el costoso libro de Baldor, pues sus hijos recibieron gratis el del maestro Habacuc.
¡ESTA NOCHE EN HECHOS!
También en asuntos de dinero, para nadie es un secreto que Ricardo Salinas Pliego usa el tema de los libros de texto para medir fuerzas con Hacienda. El dueño de TV Azteca le debe al fisco 37 mil millones de pesos, y aunque sus abogados han dado la pelea y eventualmente podría recibir un descuento en multas y recargos, tarde o temprano tendrá que pagar.
El pleito de Salinas Pliego es con la tesorera de la Federación, Elvira Concheiro, una experta en marxismo, pero el empresario no dudó en elaborar una lista negra de comunistas en el gobierno de López Obrador donde figura también el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro, hermano de Elvira e igualmente marxista.
CAMPAÑA ELECTORAL
Luego vienen los intereses políticos. En una campaña electoral centrada en la calificación del gobierno de López Obrador, es menester para la oposición fincarle al bien evaluado presidente todos los negativos posibles.
Implicaría un déficit enorme el supuesto fracaso en la política educativa, fallo que quieren atribuirle a dos de quienes han sido titulares de la SEP en este sexenio: no a Esteban Moctezuma (vinculado en su momento a las tareas filantrópicas de TV Azteca), pero sí a Delfina Gómez (hoy gobernadora electa del estado de México) y Leticia Ramírez (a quien se le ve con alguna frecuencia paseando por Comala).
Lograr el retiro de los libros de texto gratuitos como le pasó a los del secretario Zedillo en 1992, representaría una victoria política contra la 4T. Pero el objetivo probablemente sea más preciso: cuestionar la idoneidad en Morena de una eventual candidata presidencial reconocidamente de izquierda como Claudia Sheinbaum, y favorecer un perfil más conciliador con la derecha como el de Marcelo Ebrard.
Invocar al fantasma del comunismo que se usó en el México de la guerra fría para atemorizar a las clases medias cuyo nivel de vida iba mejorando con el desarrollo estabilizador, por anacrónico y descontextualizado que resulte tiene acaso un segundo propósito electoral: apelar a la memoria infantil de los hoy adultos mayores que, en gratitud por la pensión universal, integran uno de los colectivos más fieles a AMLO.
ALMA FASCISTA
Finalmente, está el interés ideológico. La derecha viene por la reivindicación de sus posturas más extremistas, visto que el experimento de falsificar con Xóchitl Gálvez a una candidata de izquierda no ha funcionado como se esperaba.
La batalla cultural no es por los libros sino por uno de los efectos más trascendentes de la separación Iglesia-Estado: la educación pública que, según esa retórica, conculca el derecho de los padres a formar a sus hijos de acuerdo a sus creencias.
En España, la lucha de los conservadores es porque regresen los rezos a los colegios. En Estados Unidos, porque los textos de ciencias naturales respondan al creacionismo y no a la teoría de la evolución. En México, se cuestiona la lectura marxista de la historia en libros que reconocen la lucha de clases y los movimientos populares.
El argumento de la derecha es que los nuevos libros de texto gratuitos acabarán de destruir el sistema educativo, cuyo deterioro, por cierto, no empezó en este sexenio y, para ser justos, tampoco en el ciclo neoliberal aunque se agravó notablemente en esos 30 años.
De ese deterioro, Claudio X. González ha venido culpando al magisterio desde que financió el documental De Panzazo, donde el conductor Carlos Loret de Mola trata a los profesores con desprecio.
NO ESCUCHAN RAZONES
Como dijo Violeta Vázquez-Rojas en entrevista el 2 de agosto con el conductor de Noticias 360, Jesús Escobar, desde Salinas hasta Peña Nieto “se instrumentó una política educativa que iba en contra de lo público” y de “los derechos laborales del magisterio”.
Para la lingüista, hay quienes “se quieren hacer” de la educación (para convertir un derecho en un negocio) y “le quieren quitar al gobierno la potestad” de diseñar programas y libros porque son, en efecto, herramientas políticas (no necesariamente partidistas, pero sí políticas).
Vázquez-Rojas y Escobar coinciden en que los líderes políticos de la derecha están mostrando sus verdaderos valores con este debate. En un diálogo de sordos con las autoridades educativas, “se contrastan verdaderamente las ideologías más allá de cómo las quieren disfrazar en tiempos de campaña”.
Al final, está saliendo a relucir lo que opinan, por ejemplo, “de que en los libros de texto se enseñe que hay familias de muy diversa índole”: tradicionales, sí, pero también monoparentales y hasta homoparentales.
OPRESIÓN EDUCATIVA
Muchos de los expertos que han señalado los errores o excesos de los nuevos materiales educativos coinciden en que, la escuela mexicana, requiere una reforma de fondo y una nueva pedagogía que rompa con las inercias del siglo XX.
Una nueva escuela que rompa tanto con la perversa intención capitalista de crear analfabetas funcionales para generar mano de obra barata, como con la estrategia del estatismo para aplazar la incorporación de los jóvenes al mercado laboral, lo que hicieron al diluir en nueve años de educación básica los conocimientos y habilidades aritméticas y de lectoescritura que, en tiempos de mis abuelos, se enseñaban en la primaria.
El necesario debate sereno y enriquecedor sobre este desafío educativo se distrae con acusaciones ridículas, como esa de que los libros de texto pretenden inocular en nuestros niños “el virus del comunismo” y la “ideología de género”.
Por cierto, es curioso cómo algunos de los mismos que denuncian a Marx Arriaga –responsable de la elaboración de los libros de texto gratuitos– de ser “un infiltrado del chavismo venezolano en la 4T”, llamen a incorporar la Pedagogía del oprimido del brasileño Paulo Freire a la educación mexicana.
Arriaga contó en una conversación de Largo Aliento con Sabina Berman que su padre, un profesor y sindicalista magisterial, le puso Marx a él y Vladimir a su hermano por admiración a los ideólogos del comunismo. Que no se entere Ricardo Salinas que una de las estrellas surgidas de las telenovelas de Azteca, Ninel Conde, se llama así porque de haber sido varón su padre le habría puesto Lenin.
DEBATE CLASISTA
La misma Violeta Vázquez-Rojas señala que las dos vertientes que se están confrontando ideológicamente y disputando el poder, hablan de la necesidad de una nueva pedagogía. Sin embargo, lo que molesta a la derecha es que esta manera de concebir las materias (no como módulos separados sino relacionando, por ejemplo, las matemáticas con el español en una forma más orgánica para solucionar un problema) se quiera enseñar ahora en las escuelas públicas.
Así es cómo se educa en las escuelas privadas, donde la gente paga por ello. Pero hacen un escándalo porque “ya no se les va a enseñar matemáticas a los niños” en las escuelas públicas cuando, en realidad, se les está instruyendo en matemáticas con métodos por los que otros pagan para que se los transmitan a sus hijos.
Hay pues “un debate clasista”, concluye Vázquez-Rojas. Gente que piensa como Claudio X. González considera que solamente quienes pueden pagar por una educación de calidad deberían tener acceso a esos métodos, pero no quienes reciben educación pública.
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