EL REMATE

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IZQUIERDA EN COLIMA:

El miércoles 6 de julio de 2022, 34 años después que “la izquierda moderada” encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas ganara la presidencia de México, Arnoldo Vizcaíno Rodríguez hizo el recuento histórico de las corrientes progresistas en Colima.

El repaso amerita una transcripción fiel de sus palabras y de los nombres que ahí se evocaron como figuras protagónicas de la izquierda. Una izquierda tanto partidista como social que, con el triunfo de Indira Vizcaíno Silva el año pasado, llegó al poder en la entidad.

Lo que sí podemos adelantar es el señalamiento que hizo el presidente de Productores Unidos por Colima de las causas que retrasaron la alternancia y, concretamente, el arribo de la izquierda al gobierno estatal: una sociedad –por diversas razones– conservadora.

Eso hizo que los movimientos campesinos, de oposición política, disidencia magisterial y hasta de organización estudiantil que se dieron a lo largo del siglo XX, aun dentro de la vanguardia social que representaban, no hayan implicado una ruptura radical con las instituciones, el sistema o el estado de cosas.

En la charla que dio en el poliforum Adolfo Mexiac, el exdirigente estatal del PRD y exdiputado local, candidato que fuera a la alcaldía de Cuauhtémoc, la gubernatura y el Senado, estuvo flanqueado por el investigador Manuel Salvador González Villa y el subsecretario de Cultura, Emiliano Zizumbo Quintanilla. Con ellos la administradora del recinto cultural, Hortencia Reyes.

Entre el público estaban algunos de los compañeros de Vizcaíno en la organización agropecuaria, sus amigos del grupo Experiencia y Sabiduría, así como antiguos militantes de la izquierda comunista, como Alfredo Verduzco Ceballos ‘El Pelencho’, y de otras expresiones socialistas como Ricardo Ante Villalobos.

Ante la pregunta que hiciera el diputado local Alfredo Álvarez, respecto a la fórmula para evitar que el péndulo de la historia retorne a la derecha, como pasó en Brasil y otros países que ya habían transitado a la izquierda, Arnoldo Vizcaíno señaló que la mejor manera de cuidar la gallina es formando políticamente a las bases.

La educación política “es un pasivo” en México. “El presidente López Obrador lo dice muy bien: los mexicanos hemos venido tomando conciencia y no nos vamos a dejar, pero en esta izquierda hace falta más capacitación política”.

PENSAMIENTO CONSERVADOR:

No es falta de formación sino de congruencia con los ideales de un partido de izquierda como es Morena, lo que hemos visto en algunas estructuras de la administración federal después de 2018. E inevitablemente lo veremos también en Colima porque no toda la gente que se sumó a las acciones de gobierno lo hizo por afinidad ideológica sino por extrañas circunstancias que van, desde una alianza política, hasta la simple relación personal con quien toma las decisiones.

Cuando Vizcaíno recordaba el papel un tanto marginal que los colimenses jugaron en la guerra de Independencia o durante la Reforma, incluso en la Revolución, pero curiosamente no en la Cristiada, probablemente una asociación de ideas con el Porfiriato lo llevó a recordar el disenso que tuvo con Horacio Archundia, director del Archivo Histórico del Estado.

Durante la sesión solemne del Congreso del Estado en Manzanillo con motivo del aniversario de la erección de ese puerto en municipio, “Horacio Archundia se aventó una propuesta muy bonita”, pero apartada por falta de comprensión de “la realidad de los momentos” políticos, señaló Arnoldo.

“Archundia resaltó mucho el papel de Porfirio Díaz en el estado”, por el ferrocarril a Guadalajara y las obras para consolidar a Manzanillo como puerto de altura. “Y eso está de reconocerse, pero lo que no comparto es cuando fustiga a Juárez”, dijo Vizcaíno.

‘Juárez no hizo nada por Manzanillo, el bueno fue Porfirio’, sostuvo Archundia como orador en la ceremonia. Y, “¡pérame! –sigue objetando Vizcaíno–, cada uno vivió su momento”. El Juárez que pasó por Colima era un presidente en franca huida, que “llevaba a la familia enferma”. ¿Cómo iban los colimenses a esperar que don Benito le metiera dinero al puerto de Manzanillo?, reprocha el profesor. “Fueron diversas circunstancias”.

Y aquí nos preguntamos si Vizcaíno Rodríguez también inscribe la determinación de Archundia a recuperar la anécdota sobre Juárez, en el pensamiento conservador prevaleciente en Colima.

¿JUÁREZ NO HIZO NADA?

En su alocución, Horacio Archundia causó cierta incomodidad en quienes lo escucharon con atención, aunque no todos los presentes se percataron del sentido de sus palabras.

Suerte que no repararon en esa comparación entre Juárez y Díaz los corresponsales de medios capitalinos que dieron cuenta del bochornoso episodio protagonizado por el historiador Pedro Salmerón durante la feria del libro del FCE en Manzanillo. El polémico escritor que todavía sufre el acoso de la reacción mexicana por haber llamado héroes a los integrantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre, acabó ante el juez cívico del puerto por el altercado con un taquero.

Triste hubiera sido ver al ex cronista y ex director de la biblioteca municipal ser crucificado en la prensa de la Ciudad de México, por mofarse de Juárez. Aunque, pensándolo mejor y conociendo la línea editorial del periódico Reforma, seguramente en Templo Mayor habrían canonizado a Horacio por insultar a uno de los íconos del santoral laico de López Obrador.

En su momento, algunos atribuyeron el contenido de la intervención de Archundia al hecho de figurar como siguiente punto en la orden del día al discurso de la alcaldesa Griselda Martínez, con quien es sabido Horacio tiene desafectos. Quizá sólo buscaba llevarle la contraria a la munícipe, y por eso Archundia cometió el pecado mortal de alabar a don Porfirio.

REVISIONISMO HISTÓRICO:

El dictador fue uno de los villanos de nuestra historia oficial hasta que los intelectuales del neoliberalismo lo rescataron como uno de los grandes presidentes de México. Enrique Krauze inicia con él sus Biografías del Poder, llamándolo “místico del poder”.

Si es indiscutible que Porfirio Díaz llevó las vías del tren hasta Manzanillo, lo que un historiador crítico tendría que hacer, y no por razones ideológicas sino simplemente metodológicas, es explicar cuáles fueron los intereses económicos que estaban detrás de esa gran infraestructura.

Ya que hablaba a la sombra de la efigie de don Benito, de espaldas a la ciudad porque la estatua capta al benemérito en el momento de abandonar el territorio nacional, habría sido de justicia una exposición del paso de Juárez por Manzanillo en el contexto de su tiempo y circunstancia.

Ni siquiera en el priismo neoliberal se hubiera esperado de un orador oficial que, en pleno acto cívico, recitara pasajes de Las grandes traiciones de Juárez, el clásico de los negacionistas escrito por Celerino Salmerón, o de los libros de Armando Fuentes Aguirre ‘Catón’.

El revisionismo histórico llegó al extremo cuando Vicente Fox y Felipe Calderón ocuparon la presidencia. Pero el gobierno de López Obrador toma a Benito Juárez como el gran símbolo de la segunda transformación del país. Y, de paso, explica la tercera transformación como una revuelta popular en contra del régimen que instauró Porfirio Díaz.

Una lectura de la historia más acorde con el pensamiento político dominante habría llevado a exponer el legado porfirista en Manzanillo, como claro ejemplo de lo que significa un régimen neoliberal: grandes inversiones extranjeras que se tradujeron en relativos beneficios para la población.

Los porteños de 1909 tuvieron tren, pero siguieron viviendo en casitas de madera y palafitos hasta que el ciclón del 59 modificó la fisonomía urbana. La apuesta lanzada en 2018 y refrendada en 2021 –cuando Morena logra gobernar Manzanillo en los órdenes municipal, estatal y federal–, es establecer una relación puerto-ciudad más racional, más funcional, más equilibrada, más productiva y, socialmente, más justa.

Mi correo electrónico: [email protected]

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