Adalberto Carvajal
¿POR QUÉ PERDIÓ CAMACHO?
¿Está Marcelo Ebrard repitiendo los errores que cometió su mentor Manuel Camacho Solís en la sucesión presidencial de 1994?
Camacho no sólo no pudo torcer la voluntad de Carlos Salinas de Gortari a favor de Luis Donaldo Colosio sino que, víctima de las intrigas de un presidente que en realidad no quería entregar el poder, contribuyó sin querer a crear las condiciones que llevaron al magnicidio del candidato del PRI.
Firmado por Enrique Márquez, el libro ¿Por qué perdió Camacho?: revelaciones del asesor de Manuel Camacho Solís (Océano, 1995) cuenta la versión de quien fuera finalista en la carrera hacia Los Pinos. La competencia la ganó Colosio, pero no llegó a presidente aunque en la antigua residencia oficial haya un busto del malogrado estadista.
Fue Ernesto Zedillo quien terminó contendiendo como candidato sustituto contra el perredista Cuauhtémoc Cárdenas y el panista Diego Fernández de Cevallos. Y ganó con una cómoda ventaja gracias al “voto del miedo”.
Los mexicanos votaron para que nada cambiara por temor a que las circunstancias de ese año horrible provocaran un golpe de Estado. Además del magnicidio de Colosio el 23 de marzo, el 24 de mayo del año anterior mataron al cardenal Posadas, arzobispo de Guadalajara. Y todavía después de los comicios de 1994, el 28 de septiembre se daría el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu.
LOMAS TAURINAS
Quienes conozcan este pasaje de la historia a través de la película dirigida por Carlos Bolado (Colosio, el asesinato; 2012) o por la serie de Netflix (Historia de un crimen: Colosio; 2019), habrán llegado a una conclusión respecto a por qué Ruiz Massieu fue incluido en esa espiral de violencia. De alguna manera, ambas ficciones políticas coinciden con documentales como 1994 de Diego Enrique Osorno (Netflix; 2019) y libros como el de Federico Arreola, Así fue: la historia detrás de la bala que truncó el futuro de México (Aguilar; 2004).
El homicidio de quien fuera esposo de Adriana Salinas de Gortari y gobernador de Guerrero, el mismo que ya distanciado de los hermanos Carlos y Raúl figuraba como líder de la Cámara de Diputados, fue consecuencia de la investigación paralela que Ruiz Massieu desarrolló sobre el magnicidio en Tijuana.
Los Salinas le encargaron la pesquisa al margen de la que llevaba el fiscal especial para el caso Colosio, Miguel Montes, siendo José Francisco director del Infonavit. Y el aliciente fue nombrarlo secretario general del PRI para acercarlo a Zedillo. Sin embargo, a alguien no le gustó que Ruiz Massieu haya integrado un expediente en el que demostraba que Lomas Taurinas fue un crimen de Estado.
Su hermano Mario que, como subprocurador de la República se asumió como fiscal especial para el caso Ruiz Massieu, acabó en 1999 suicidándose en reclusión domiciliaria en Estados Unidos, cuatro años después de haber sido detenido y sentenciado por intentar pasar la aduana con 46 mil dólares en efectivo sin declarar. Él inició las investigaciones que llevaron al gobierno de Zedillo a juzgar como autor intelectual de la muerte de José Francisco a Raúl Salinas de Gortari.
AÑO HORRIBLE
En 1994 el escenario se empezó a descomponer desde la madrugada del primero de enero, cuando se anunció el levantamiento armado en San Cristóbal de las Casas como parte de la lucha contra el Tratado de Libre Comercio que entraba en vigor ese mismo día.
Salinas le prohibió a Colosio arrancar la campaña en Chiapas, y la gran prensa insólitamente decidió ignorar al candidato oficial. La noticia era el comisionado para la Paz y la Reconciliación, nada menos que Camacho.
El asesinato del sonorense fue la consecuencia de la muerte política de Colosio que, por razones que todavía se discuten, se ordenó desde las más altas esferas del poder en las primeras horas de ese annus horribilis.
SE VEÍA VENIR
Salinas operó su decisión en favor de Colosio a finales de 1993, pese a todos los esfuerzos que había hecho Camacho por convencerlo de que el indicado para sucederlo en Los Pinos era él. Y ni siquiera después que “un asesino solitario” privó de la vida al Delfín, el mandatario saliente volteó a ver como futuro presidente a su condiscípulo en la Facultad de Economía de la UNAM.
No obstante que Camacho formó parte del equipo político que, en el sexenio de Miguel de la Madrid, trabajó para llevar a la presidencia a Salinas, desde el arranque del sexenio fue evidente que a Carlos le interesaba impulsar la carrera del carismático Colosio.
Salinas hizo dirigente nacional del PRI a Luis Donaldo, con la misión de modernizar sus estructuras y eliminar la fuerza del corporativismo obrero, campesino y popular. Desde el reconocimiento de Ernesto Ruffo en las elecciones para gobernador de Baja California, Luis Donaldo también administró el reparto de poder con el PAN.
En abril de 1992, Salinas renombró como Sedesol a la Secretaría de Programación y Presupuesto –de donde él mismo había salido candidato– para darle a Colosio el control de los programas de Desarrollo Social.
El afecto personal de Salinas para con el sonorense encontró su justificación en la necesidad de construir una solución al conflicto entre los tecnócratas (encabezados por Pedro Aspe, secretario de Hacienda) y los políticos (liderados por Camacho) que se enconaba en el gabinete.
Todo apuntaba a que Colosio era el tapado. Sin embargo, Camacho creyó que podría alterar la dirección del dedazo.
UN ÚLTIMO ESFUERZO
En la regencia (entonces no se elegía al jefe del Departamento del Distrito Federal), Camacho con la ayuda de Marcelo Ebrard construyó una alianza sólida con el PRD, aunque desde Los Pinos se desatara una cacería que dejó muertos a medio millar de militantes del sol azteca.
Cuando se dio el destape de Luis Donaldo, Camacho rompió las normas no escritas y fue el único miembro del gabinete que no felicitó al precandidato. De hecho, al día siguiente, apenas unos minutos después que Salinas proclamara “este es un día muy feliz” al encabezar un acto en reconocimiento al paso de Luis Donaldo por la Sedesol, el regente acudió a la residencia oficial para entregar su renuncia.
Salir del gobierno haría a Camacho Solís eventualmente elegible para una candidatura presidencial por otro partido. Y por eso Salinas lo convenció de que permaneciera en el gabinete, ahora como secretario de Relaciones Exteriores.
SALINAS NO QUISO
Como dijera Lorenzo Meyer cuando presentaron el libro de Enrique Márquez, Camacho perdió cuando acató las reglas contra las que se había inicialmente rebelado al no poder aceptar que, amistades como la suya con Salinas, en política se hacen polvo.
Fue canciller hasta el primero de enero de 1994, un día después de que el mundo se enterara por boca del subcomandante Marcos que en Los Altos de Chiapas había estallado una revolución zapatista. Camacho se ofreció entonces como comisionado para la Paz y la Reconciliación.
Y como ministro sin cartera se instaló en la catedral de San Cristóbal, elegible para una candidatura presidencial por no tener un cargo oficial remunerado. Esa postulación nunca llegó, al menos no en esa coyuntura. En 2000 lo nominaría el Partido del Centro Democrático (PCD) que él mismo fundó.
Esperanzado probablemente a que el PRI enfermara (un eufemismo para obligar a renunciar) a Luis Donaldo y cambiara de candidato bajo el supuesto que la campaña no prendía, Camacho ayudó sin querer queriendo a crear las condiciones para el magnicidio.
En el colmo trágico, la conspiración para matar a Colosio logró su objetivo unos días después de que Luis Donaldo y Camacho Solís se reunieran en la casa del candidato, llegando supuestamente a un acuerdo para no dejarse manipular por Salinas. En la cena surgió el compromiso por parte del comisionado de hacer, el 22 de marzo, una declaración en la que afirmó no tener aspiraciones a la presidencia.
SOSPECHOSOS COMUNES
Luego de Lomas Taurinas descubrimos que, para suplir al candidato oficial, el PRI contaba con tres prospectos: su dirigente nacional Fernando Ortiz Arana, como la tradición priista indicaba; el atípicamente nombrado coordinador de la campaña Ernesto Zedillo Ponce de León; y el virtual candidato alterno Manuel Camacho Solís.
Mediante un “videodestape” (las palabras de cortesía de Colosio para con su impuesto mánager que, en realidad, como secretario de Educación Pública había sido un rival acechante durante la contienda al contar con el apoyo de Raúl Salinas, “el hermano incómodo”, y del jefe de la Oficina de la Presidencia, José Córdoba Montoya) el candidato sustituto fue Zedillo.
En la investigación de un magnicidio siempre hay que preguntarse cuánto sabía el beneficiario de la trama del crimen. Zedillo figuró como aspirante pero, a diferencia de Aspe, Colosio y Camacho, no formó parte de la terna. Sin embargo, en una jugada de sus padrinos cuya finalidad hoy resulta obvia, fue habilitado como suplente desde el destape de Luis Donaldo.
Por eso fue que, en las pocas horas que pasaron entre la declaratoria de muerte del candidato y el segundo destape, Ortiz Arana no pudo reclamar su derecho metaestatutario. Trató de mover a las dirigencias estatales, pero lo aplacaron.
Y en cuanto a Camacho, la opinión pública terminó culpándolo. Todavía en el ‘Informe de la investigación del homicidio del licenciado Luis Donaldo Colosio Murrieta’ que presentó en 2000 la subprocuraduría especial para el caso de la entonces PGR, respecto al ‘Entorno político y narcotráfico’ hay un capítulo que reconoce la posibilidad de que Salinas estuviese construyendo una candidatura alterna con Camacho.
También hay otros, por cierto, donde se habla de la naturaleza de las relaciones entre Colosio y Córdoba, de la injerencia de Josep Marie en la campaña de Luis Donaldo y, finalmente, del relevo como asesor presidencial del francés naturalizado español.
SINO ACIAGO
Ebrard no sólo heredó el sino aciago de su mentor, sino también los modos de hacer política. Como todos los camachistas, debe haberse preguntado alguna vez por qué su jefe perdió la presidencia, y qué habría pasado si, en lugar de acatar las reglas, Camacho se hubiese rebelado.
Sería injusto decir, como respondía la clase política cuando salió el libro de Márquez, que perdió por tonto. Camacho no fue presidente porque Salinas no quiso. Como su antecesor Miguel de la Madrid con Alfredo del Mazo, el hombre que se robó la presidencia en 1988 decidió que el poder se hereda de padre a hijo, no de hermano a hermano.
Si bien estamos en un régimen muy diferente y en una mecánica sucesoria distinta, Ebrard tampoco será candidato presidencial de Morena porque López Obrador no quiere. Y en una siguiente entrega de esta columna abordaremos evidencias de esa falta de voluntad política para que Marcelo suceda en Palacio Nacional a Andrés Manuel.
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