Horacio Archundia
LA CRISIS RESUELTA. A tres meses de que concluya la administración que encabeza, el gobernador Ignacio Peralta lanzó, el último día de julio, una alarma que cimbró a los burócratas de la entidad: No había dinero ni para pagar las quincenas y el gobierno era incapaz de cubrir los compromisos de fin de año. Un balde de agua fría para la clase trabajadora del Estado. Ese mismo día anunció que buscaría recursos extraordinarios en el gobierno federal. La noticia produjo una polémica de la que el mandatario no salió bien librado: Las críticas en redes sociales se mantienen y de su popularidad no queda un resquicio. Es el político más repudiado de Colima.
Y cuando se veía venir la avalancha de señalamientos y de movilizaciones sociales, el primer magistrado anunció una visita a Colima. Esa fue la salvación del todavía gobernador. Acompañado de la gobernadora electa, Indira Vizcaíno, y del propio Peralta, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer que su gobierno apoyaría al de Peralta para atender los compromisos inminentes del final del sexenio. Dispuso privilegiar el pago de salarios y con esa buena noticia dejó Colima.
Estos acontecimientos merecen un análisis más amplio, que el tiempo y el espacio nos impiden pergeñar. Pero es imprescindible apuntar algo: El desastre financiero de Colima debe ser investigado con rigor. Peralta Sánchez es economista; egresado de una universidad de prestigio mundial, con experiencia en bancos y en inversiones, con conocimientos de administración pública. Ni es un ignorante ni es tonto. Luego entonces es fundamental que la nueva administración disponga una auditoría que permita conocer a fondo desde donde viene el quebranto de las finanzas estatales. Porque no es un problema de los cinco años en que Ignacio Peralta gobernó Colima. No es un problema reciente; no es un hecho de cinco años. De lejos, de muy lejos, viene el desequilibrio económico del gobierno en Colima. A Peralta le tocó el sexenio del desbarranque. Pero bien vale la pena ver dónde están los miles de millones que los colimenses hemos pagado como deuda pública y en realidad se hallan en las cuentas o en las propiedades de muchos que deben ser investigados.
Sobre el caso mismo hay que reconocer la evidente intervención de la gobernadora electa, Indira Vizcaíno.
Es obvio que si Indira no hubiese sido la verdadera gestora, el «puente» para que el presidente López Obrador autorizara recursos extraordinarios, en este momento Colima estaría inmerso en una crisis social de incalculables dimensiones. Porque los burócratas ya estuvieran en las calles, tomando edificios públicos, protestando e incluso recurriendo a la violencia. Es claro que Indira intervino para que el ejecutivo federal dispusiera lo necesario y ordenara la entrega de dinero para saldar los pendientes con la burocracia. Y esto confirma que su triunfo era indispensable para la buena marcha de la cosa pública en el próximo sexenio. La relación coordinada entre el presidente de la República y la próxima gobernadora, que forman parte del mismo grupo político desde hace ya muchos años, es garantía de que se hará bastante por nuestro Estado y se invertirá mucho en él. La presencia del presidente no fortaleció a Ignacio Peralta sino a Indira Vizcaíno, porque fue el espaldarazo público a quien desde el primero de noviembre contará, por lo visto, con todo el respaldo del gobierno central. A José Ignacio Peralta, -hay que decirlo-, le tocó el papel del político en desgracia que lamentablemente no tuvo tino para gobernar ni sagacidad para, (dado su currículum como economista), sanear las finanzas del Estado. Entró aplaudido y saldrá apedreado, lo que es una lástima si consideramos que, como quedó apuntado antes, no es el único culpable de la debacle financiera del gobierno.
POR HOY, BUEN DÍA.
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