El Remate

Y LA NAVE VA

Sus detractores la llamaron la marcha del ego, porque asumieron que el presidente López Obrador respondería a la provocación del 13 de noviembre (13-N) con una serie de acciones destinadas a rendir culto a su personalidad. Es claro que AMLO entendió la marcha en defensa del INE, en realidad como una manifestación contra el gobierno de la 4T.

Si el frente político PRI-PAN-PRD, junto al bloque empresarial encabezado por Claudio X. González, organizaron una puesta en escena para crear la percepción de que hay en la sociedad civil un hartazgo con la administración morenista, el presidente decidió contrarrestar esa narrativa con un acto de afirmación.

El mensaje del 27 de noviembre (27-N) es que la Cuarta Transformación va, y continuará por lo menos el próximo sexenio encabezada por cualquiera de las tres corcholatas que escoltaron a López Obrador el domingo pasado: Claudia Sheinbaum, a su lado; Adán Augusto López Hernández, detrás de su paisano tabasqueño; o ese Marcelo Ebrard a quien escupieron los puros de Morena y, quizá por esa y otras agresiones verbales, se fue rezagando en el pelotón al grado que muchos pensaron que no había completado la caminata.

A la convocatoria del presidente acudieron más de un millón de personas. Muchos fueron movilizados por los gobernadores de Morena y alguno del Verde, los liderazgos políticos identificados con la 4T, las dirigencias morenistas en los estados y, por supuesto, los equipos que promueven las aspiraciones de cualquiera de las tres corcholatas deseosos de mostrar músculo. Pero muchísima más gente marchó por su cuenta y riesgo, para expresar el apoyo a López Obrador.

El fantasma del caudillismo está tan presente en la cultura política mexicana que, no por nada, lo primero que aclaró López Obrador en su discurso por el cuarto año de gobierno es que no habrá reelección.

Si la marcha del 13-N era contra el presidente, el 27-N fue a favor del presidente. Decir que fue por un capricho de Andrés Manuel o para alimentar su ego, es no entender el fenómeno social del obradorismo.

TARDE DE TOROS

Hubo detrás de una marcha organizada para aplastar fotográficamente a la anterior, una estrategia político electoral. López Obrador salió a toparle al toro amparado en sus altos niveles de aceptación, no porque se crea el mejor torero de la historia sino para hacerles el quite a quienes compiten por la sucesión.

Siguiendo la metáfora, cabe decir que un cartel con más de tres matadores se ve recargado. Y por eso no estuvieron Ricardo Monreal ni Gerardo Fernández Noroña en ese paseíllo de cinco horas.

La salida al ruedo de los alternantes no implica, sin embargo, el inicio de la corrida. La tarde en la que veremos a una de las tres espadas cortar el mayor número de apéndices, no transcurrirá antes de once meses.

Abierto el juego de la sucesión pero desaparecida la tradición del tapado, resulta necesario proteger a los aspirantes presidenciales. En las reglas para la nominación del candidato oficial, ya no hay destape aunque sí habrá dedazo. Esta nueva dinámica obliga al presidente saliente a atraer los reflectores y, de hecho, a actuar como pararrayos para cobijar a quien resulte la o el ganador de la encuesta en Morena.

LIDERAZGO INDISCUTIBLE

¿Cuál es el papel histórico de López Obrador?

Aunque les moleste a otros de los grandes personajes de la izquierda, como Cuauhtémoc Cárdenas o Porfirio Muñoz Ledo, Andrés Manuel es hoy el líder indiscutible del proyecto alternativo de nación destinado a desterrar el neoliberalismo y, como dijo el Peje en el Zócalo, establecer ‘el humanismo mexicano’.

Carlos Salinas retomó el liberalismo social de Jesús Reyes Heroles para librar a su gobierno y, especialmente, a su delfín Luis Donaldo Colosio, de la acusación de haber implantado el neoliberalismo. Zedillo se olvidó del liberalismo moderado y todavía se ufana de ser un ideólogo del neoliberalismo. Con el tiempo, López Obrador se encargó de etiquetar al modelo económico que unió al salinismo con el neopanismo, con el título de uno de sus libros: Neoporfirismo, hoy como ayer (2014).

El actual movimiento progresista cobró forma en 1988 con la fusión de la corriente nacionalista del PRI (en buena medida centrada en el cardenismo), la izquierda partidista (los viejos comunistas y otros exponentes como Heberto Castillo) y los movimientos sociales que por años lucharon al interior de universidades, sindicatos y organizaciones campesinas (incluidos aquellos grupos que optaron en cierto momento por la guerrilla, luego amnistiados e incorporados al debate parlamentario).

El proyecto alternativo de nación se volvió una opción viable de gobierno en 2006. Según la ‘izquierda buena ondita’, ese hubiera sido el mejor momento para desplegar las banderas progresistas más radicales: feministas, ambientalistas o altermundistas.

Según esa ‘izquierda progre’, la 4T se traicionó a sí misma en 2018 cuando, para llegar al poder, cedió posiciones en el gabinete a economistas neoliberales, internacionalistas favorables a la globalización y políticos con posturas conservadoras en temas como los derechos reproductivos de la mujer o los de la diversidad sexual, que son asuntos torales en la agenda de izquierda.

‘Haiga sido como haiga sido’ la manera en que López Obrador conjuró en 2018 la amenaza de un nuevo fraude electoral o de un golpe legal al estilo del desafuero en 2006, su llegada a la presidencia le permitió al partido que Andrés Manuel fundó convertirse en una aplanadora electoral.

No sabemos qué pasará cuando AMLO se vaya a su rancho cerca de Palenque, pero lo cierto es que Morena ha venido ganando gran parte de las posiciones políticas en disputa y, según los distintos observadores, no tendrá ningún problema para retener la presidencia en 2024.

¿ACARREADOS O VOLUNTARIOS?

En las calles del centro histórico de la Ciudad de México y en las inmediaciones del Paseo de la Reforma, desde el Museo de Antropología y hasta el Monumento a la Revolución, hubo más gente de la que se reconoce oficialmente.

Los colimenses que fueron a la marcha calculan que 1.2 millones de personas no es una cifra exagerada, al contrario. No eran sólo los que avanzaban por el eje Reforma-Juárez-Madero, sino que las calles paralelas y perpendiculares también estaban llenas.

Obviamente, muchos no llegaron al Zócalo porque cerraron el paso por medidas de protección civil. La gente que escuchó el discurso presidencial estaba casi toda sentada, y una parte de la Plaza de la Constitución fue ocupada días antes por un plantón de maestros.

De todo el país llegaron vehículos: desde autobuses para turismo, camiones de transporte suburbano, unidades de transporte urbano y camionetas para 12, 15 o 21 pasajeros, hasta automóviles particulares. Sólo faltó que, para quitarse el estigma de acarreados, como los peregrinos al Tepeyac llegaran andando o en bicicleta.

Las personas que se sumaron a la movilización pertenecen a todos los sectores sociales. No sólo había chairos pobres sino también amlovers con pinta de fifís.

Aunque sobran videos y circulares de líderes corporativos que, a la vieja usanza, conminan a sus huestes a ir a la marcha sí o sí, a la inmensa mayoría de los manifestantes nadie los obligó. ¿Qué mecanismos, además, habrían tenido los líderes charros para comprobar si alguien les falló? ¿Y cómo se habría medido el peso político del movilizador?

En Colima, ni la incomodidad de algunos de los autobuses rentados fue un disuasivo. Y quienes ofenden la dignidad de las personas pobres que recibieron con gusto los 200 o 300 pesos de viáticos que algunos organizadores ofrecieron, tendrían que admitir que ese dinero alcanzaba para la cena o para el desayuno, mas no para la cena, el desayuno, la comida y de nuevo la cena que tuvieron que hacer antes de volver a su casa.

Es faltarles al respeto, también, decir que los hospedaron en hoteles de lujo. La gente iba dispuesta a hacer tendido en las calles y plazas o a dormitar arriba del camión, pero la mayoría de los contingentes llegaron al amanecer del domingo apenas a tiempo de incorporarse a la marcha, y partieron de regreso incluso antes que acabara de hablar el presidente porque los manifestantes tenían que trabajar el lunes a primera hora.

NO HAGAN RICA LA NOVIA

El empresario y banquero local Pascual Moreno Barreto solía contar que hacia 1957 lo visitaron los hermanos Leaño Álvarez del Castillo para pedirle su ayuda: necesitaban fondear el proyecto cañero de la Unión Nacional de Productores de Azúcar (Unpasa). Después de escuchar los ambiciosos planes de expansión que tenían los agroempresarios, don Pascual les dijo: ‘No hagan la novia rica’ …porque se las pueden quitar. Y, en efecto, Unpasa se volvió tan importante que el gobierno les quitó el control.

En la cumbre de ultraderecha que se realizó en México hace unos días, el ponente más aplaudido fue Donald Trump, cuya estrategia electoral para llegar o, ahora, para volver a la Casa Blanca se basa en mentiras. Trump avaló de paso la aspiración presidencial del actor Eduardo Verástegui, fanático religioso que ha prometido mantenerse célibe hasta el matrimonio y es más conocido por su estrecha amistad con Enrique Peña Nieto.

Los grupos conservadores aplican en todo el mundo el mismo sistema de noticias falsas y argumentos falaces. La ultraderecha mexicana no es la excepción, invitaron a sus correligionarios en España (los militantes del partido Vox) a celebrar reuniones con senadores del PAN y otros cuadros de la derecha tradicional, con miras a adquirir posiciones políticas que no serían accesibles por la vía de la verdad. ¿Quién va a votar por un candidato que les dice a sus probables electores que son nacos, indios pata rajada o chachas y gatos?

Aunque la estrategia discursiva del PRIAN es hablar de los problemas del país como si hubieran empezado en 2018, la narrativa de la derecha es que la gente que votó por López Obrador lo hizo con el hígado y no con el cerebro. Afortunadamente –sostiene este relato– poco a poco esos que fueron incautos se han ido desengañando. Y tal cosa era la que se quería evidenciar con la marcha del 13-N.

SE LA VAN A QUERER ROBAR

En realidad, en 2018 muchos de los que votaron por AMLO lo hicieron para darle a un candidato de izquierda la oportunidad de hacer las cosas distintas que ya le habían dado a Vicente Fox en 2000. Los mismos poderes fácticos que conspiraron en 2006 contra el Peje al considerarlo ‘un peligro para (sus intereses en) México, se dieron cuenta que no impedir el inevitable triunfo de López Obrador era la única manera de evitar un estallido social y la inestabilidad económica.

Calculaban que, como suele pasarles a los gobiernos progresistas que llegan al relevo de los regímenes de derecha y reciben un país en ruinas, las medidas de austeridad en el gasto, disciplina financiera e intensa recaudación fiscal tendrían costos políticos tan altos que, a la vuelta de seis años, la oligarquía recuperaría el gobierno de una nación, además, con la economía saneada.

La apuesta era que el erario iría a la quiebra al sostener programas sociales como la pensión para adultos mayores, becas para bachilleres y al primer empleo, pago por servicios forestales y hasta los subsidios a combustibles y granos para mantener baja la inflación. No ocurrió así.

Contra todas las predicciones de la derecha, a López Obrador le han funcionado sus planes para recuperar la soberanía en litio. Le atinó cuando, para asegurar el abasto de gasolinas mientras se consuma la transición de los motores de combustión interna a los eléctricos, compró la totalidad de la refinería texana Deer Park, rehabilitó las ya existentes en territorio nacional y construyó Dos Bocas.

Los programas de infraestructura abarcan lo mismo carreteras que líneas férreas, bajo el esquema de inversión pública y sin contratar deuda. Se están proyectando ya los beneficios que traerá el Tren Maya y la conveniencia de haber sumado Santa Lucía y Cancún a un sistema aeroportuario. Esa alternativa fue mejor idea a prescindir de dos aeropuertos (uno con dos terminales) y una base militar para concentrar todas las conexiones en Texcoco, una instalación que por lo demás era inviable en términos financieros, ambientales y legales.

Quienes habían hecho negocios con el suministro de medicamentos y equipos al Sector Salud, se mofaron de la promesa de AMLO de alcanzar la cobertura universal. Pero nadie puede negar que en estos cuatro años se rescataron, rehabilitaron o construyeron miles de hospitales y centros de salud, además de crear la estructura institucional que garantice atención y abasto de medicinas, la basificación del personal y la contratación de especialistas.

En lugar de devolverle a las élites un país en ruinas, AMLO heredará al siguiente un Estado con bases firmes para volver a crecer. En otras palabras, les está poniendo bonita la novia y las fuerzas reaccionarias harán lo imposible para robársela. En la disputa por la presidencia, la derecha no va a dudar en recurrir a toda clase de mentiras.


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